lundi 20 juillet 2009

Una vez Argentina de Andrés Neuman

Santos era un gordito mofletudo y de bozo precoz. Los vellos se le teñían del color del refresco que bebiera, lo que siempre le merecía la burla de algún necio. Él, sin embargo, no parecía darse cuenta de su condición de hazmerreír. Todos lo considerábamos el bobo de la clase, y Santos o bien lo admitía con silenciosa sumisión , o bien ,le importaban un bledo nuestras opiniones. Era el blanco inmóvil de las frustraciones ajenas y por eso, en el fondo, yo lo admiraba. Había que ser muy fuerte o muy sabio para ignorar de ese modo a los demás. Yo nunca me había atrevido a tanto , y me conformaba con seguirles la corriente y defender mi territorio. Recuerdo a la madre de Santos, un ser rudo y de carnes infladas que, según decían, tenía la costumbre de pegarle a su hijo alguna que otra paliza. El padre era una incógnita; sabíamos que existía, pero nunca lo habíamos visto. De cualquier forma, mi propósito no era investigar en el hogar de Santos sino más bien en su enigmático lenguaje. Porque, ya va siendo hora de decirlo, Santos no hablaba. (Pág. 78 de 255)

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